Saturday, August 21, 2010

Despiporre del cine de acción no apto par agente ácida.

Salvemos de la quema cinéfila a Los mercernarios (ridícula traducción de The Expendables) en nombre del sentido del humor de Stallone y su capacidad para autoparodiarse y haber metido en la empresa a un puñado de mazas que nutrieron el género de acción de los 80 y 90. Sobre todo, salvémosla por ese guiño que reune en un única secuencia (otra cosa es que hayan coincidido durante el rodaje, no queda muy claro) al ya mítico Schwarzenegger, Bruce Willis y el propio Stallone, recreando un diálogo chispeante y coyuntural en una iglesia. Con esos planos la película se habrá ganado a todos sus fans a pesar de confirmar al actual gobernador de california en pésima forma dramática. No así Willis, en plan teniente John McClaine, aunque en otro papel.

Mirar con indulgencia.

Insisto en salvarla de la hoguera a personajes que han sido sustituidos por superhéroes fantásticos con poderes especiales negados a los humanos. Buena parte de los aquí reunidos (faltan Norris, Van Damme y Seagal) o alternan serie Z con televisión, o dejaron atrás sus macarradas o están en plena redención (gracias a el Luchador en el caso de Rourke, sin duda el mejor de la película) , o insisten en el cine de acción, pero en clave menos machote de aquellos musculosos macerados con anabolizantes y gimnasio a lo bestia.

De no ver la película con ojos indulgentes, un cierto cariño y un algo de nostalgia (seamos generosos), el patetismo impregnaría la sala y de ahí a la depresión habría un paso. O eso o ni con pinzas sujetamos a Los Mercerarios. Sin descartar, que en el fondo, Stallone, factótum absoluto del proyecto y coautor del guión (bien se nota), se lo haya tomado en serio. Aún así, la coña es monumental.
Tenemos a un variopinto grupo de mercernarios anclados en la cultura de los setenta: son moteros, algunos lucen tatuajes, exhiben músculo y tienen sus sede en un garaje ubicado en una calle secundaria. Disponen de un avión del año catapún, aunque equipado para incursiones en cualquier lugar del mundo a cambio de un pastón. Unos veteranos, otros más jovenes. Todos cualificados en armas, estretegía y defensa personal. Eso se lo suponemos, como corresponde a un filme de serie Z.

Desmadre sin complejos.

La secuencia de los créditos ya te advierte del error si entraste a la sala equivocada. Estamos en Somalia y unos descerebrados mantienen secuestrado un barco con sus rehenes. El grupo de Sly los freirá a todos. Ya metidos en harina, lo siguiente será cargarse a un dictador caribeño, en realidad marioneta de un ex agente de la CIA. A partir de ahí que nadie aguarde más cosa que un desmadre sin complejos, despiporre absoluto en nombre de aquel cine de acción con el que muchos de ellos se arrasaron en taquilla. Una escabechina con trazos gore (cabezas voladas, troncos separados, brazos seccionados...) y explosiones que habrán costado una pasta en gasolina.
En el fondo, algunos de los nombres del reparto (con excepción de Statham y de Li, este poco aprovechado) entonan el inevitable tepus fugit (Sly y Ludgren) y el más que probable éxito comercial de The expendables no va a devolverlos más allá de algún revival oportunista que el propio Stallone anuncia con una secuela a la que seguramente incorporará a Van Damme y a Seagal, sostenida sobre un guión cuya simpleza no superará la de un bocata de un chorizo.

1 comment:

The Gentleman Loser said...

Disparo de advertencia!!!!