Friday, January 23, 2009

Juanjo dice:

Hola, César, hace mucho que deseaba escribirte pero nunca me decido a ello. En estos lustros sólo lo he hecho en dos o tres ocasiones. Tenía pensado hablarte de Tesla, de lo mucho que significó para mí ese concierto, de la vuelta a nuestra tierra de esa banda tan enorme, de lo afables que son todos sus miembros con los fans, pero no , de eso ya se han encargado muchos y seguro que mejor de lo que yo podría hacerlo. El motivo se ha vuelto agrio y no es el júbilo que nos invade tras un concierto el que me impulsa a teclearte unas líneas. La razón ahora es la pérdida de un ser querido, uno de los más amados.

Lamentablemente, lo que voy a escribir a mucha gente le parecerá incomprensible. Ayer hubo que sacrificar a uno de mis mejores amigos. No era una persona, pero sí más humano que la mayoría de las que conozco. Siempre contento y alegrándose de verme, lamiéndome para así mostrar su cariño. Contagiándome con su alborozo y logrando que los días en que todo te sale mal, al menos tengas una esperanza al finalizar la jornada, el poder verle, acariciarle, frotar sus orejas mientras él se desvive por decirte con su manera de expresarse que siente lo mismo o mucho más por ti. Como habrás podido adivinar se trata de un perro. Yo no era el dueño de Ringo, así se llamaba, por Ringo Starr. Ni siquiera vivía conmigo, pero había algo que nos unía y nos unirá para siempre: la amistad.

No todos los animales tienen el mismo carácter ni la misma mirada. La de Ringo, que así se llamaba, se caracterizaba, según todos los que le conocían, porque era como la de una persona. Jamás, repito, jamás olvidaré sus ojos hablándome con el lenguaje de la mirada, el más expresivo que existe. Que un animal se quede dormido en tus brazos mientras lo acaricies dice mucho de lo que nos separa de ellos. No recuerdo qué autor fue el que escribió que nada se puede comparar en este mundo a la cálida bienvenida de un perro agitando la cola. No podría estar más de acuerdo.

Sabes, César, cuando falleció mi padre hace casi cuatro años quería comunicarme con el Popu pero no tuve el valor. No siempre tenemos el coraje de realizar lo que deseamos. A él le gustaba el Country, además de otros estilos, rarísimo para alguien de su generación, pero nunca quiso seguir a las masas. Cuando él vivía ni un día podía dejar de llevar a Ringo a casa. A mi padre le encantaba el perro. Después de su muerte, cada vez que ponía el “Unchained” de Johnny Cash y escuchaba “Spiritual” o “Southern Accents” no podía evitar que las lágrimas me cayeran. Hoy ha vuelto a sonar en nuestro equipo, porque él lo compró pero todos lo disfrutábamos, y me ha vuelto a suceder. La angustia de no volver a ver a quien quieres, de no poder tocarle más, sentir su presencia, su afecto. La tristeza que ya de por sí siento se agudiza al escuchar esas composiciones tan hermosas interpretadas con esa intensidad. Pienso que la buena música gusta a todos, y ésta en concreto cualquier ser puede apreciarla.

Un amigo me indicó que Rudyard Kipling decía que tener un perro era saber que vas a tener que llorar... La idea es que los perros tienen un lapso de vida menor que el nuestro, así que se supone siempre mueren antes y eso siempre es duro... pero mi amigo nunca se creyó esta frase, como él dice, primero porque no es cierto, Ringo ha sobrevivido al padre de su dueña, un hombre excelente muerto hace dos meses, y a más familiares de ella fallecidos en fechas recientes. Todos le dieron su cariño y, aparte, si no quieres llorar, si no quieres que nadie te falte, no quieras a nadie entonces.

Los perros son capaces de dar compañía, cariño y compañerismo sin esperar nada a cambio. Lo contrario a la mayoría de nosotros. Durante estos últimos años mi familia aumentó en un miembro más, porque para mí él formaba parte de ella.

Ahora que la soledad cae con aplomo recuerdo a quien siempre dibujaba una sonrisa en mi cara. Seguro que estará disfrutando, rebosante de alegría, corriendo y saltando con su gracia innata mientras Frank Sinatra canta una vez más “Fly Me to the Moon”. Porque sólo las personas y los animales elegantes saben apreciar lo bueno.

JuanJo.

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