Tuesday, February 03, 2009

La mirada de Clint Eastwood

Una de las cosas que más aprecio en el cine de Clint Eastwood es el mimo con el trata a sus personajes. Hay una especie de cariño en la mirada que lanza a sus protagonistas, presente en los pistoleros crepusculares de Sin perdón, en el hombre deshecho de Bird, en el ama de casa de Los puentes de Madison, en el (buen) ladrón de Un mundo perfecto, en la aspirante a boxeadora de Million Dollar Baby… Esa visión tan personal (que afortunadamente no cae en paternalismos sensibleros) empapa todo su último trabajo. Y no es solo la inevitable empatía que provoca en el espectador la madre protagonista de El intercambio. Es algo más. Algo que permite que Angelina Jolie no se quede en un mohín o en unos ojos llorosos. Algo que consigue que no se nos atragante un John Malkovich que, gracias a Eastwood, quiero pensar, se contiene. Ese algo se llama respirar cine.

Se le podrá achacar a este Intercambio una cierta falta de alma (la misma alma que inunda cada minuto de la enorme Mystic River), que probablemente tenga que ver con que la historia real no da para más. Pero Eastwood mantiene el ritmo impecablemente durante más de dos horas, planifica con una visión clásica que no suena rancia ni antigua, y atraviesa todo con esa mirada trágica que envuelve hasta la música que él mismo firma, y que nos avisa de lo que vamos a ver, de lo que vamos a sentir, desde la primera secuencia.

Le falta muy poco para llegar a los 79 años, y en esta última etapa de su carrera nos tiene acostumbrados a estrenar dos películas por año. Aún está El Intercambio en salas, y en Estados Unidos se ha estrenado ya Gran Torino. Dice Eastwood que será su último trabajo como actor (como director, ya está preparando la próxima), y se juega un Globo de Oro (a la mejor canción), además de tener a la crítica encantada con el guión y su actuación. A España llegará en menos de dos meses.

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