Beirut

Salgan de sus despachos en la Xunta y los concellos. Denle fin de semana libre al chófer. Pónganse al volante de su coche y dediquen un sábado y un domingo a recorrer algunas villas y ciudades de Galicia.

Bájense del coche. Caminen por el Casco Vello de Vigo. Palpen sus cicatrices. Vean los habitáculos infrahumanos, los vidrios partidos, los tejados al aire, y esos muros rotos, que ya son solo la tramoya de la desolación.

Suban y bajen las cuestas de lo que fue el magnificente Betanzos medieval. Deprímanse a gusto con los 114 edificios que amenazan ruina. Callejeen por el portuario Ferrol Vello y por el barrio ilustrado de A Magdalena. Acongójense ante la sensación de que allí no hay futuro; sientan la impotencia de ver cómo se viene abajo lo que debería ser la mejor cara de una ciudad a medida del hombre.

¿Quieren más Beirut? Pueden pasear por la parte antigua de Noia, Ribadavia, Mondoñedo… Todo está medio roto. La memoria del país se cae a cachos ante una clase política que se encoge de hombros.

Desde 1989 hasta ahora Galicia ha recibido de Europa casi diez mil millones de euros. ¿Dónde están? ¿Necesitábamos de veras que cada regato tuviese un paseo fluvial? ¿Nadie consideró interesante salvar nuestra arquitectura? ¿Qué era mejor: el despilfarro posmoderno y papanatas del Gaiás o rescatar el Betanzos medieval y el Ferrol ilustrado? Si los asturianos lo han logrado en Avilés, Oviedo, Llanes… ¿Por qué aquí tenemos que resignarnos a que nuestros barrios monumentales se derrumben?

La decrepitud de los cascos históricos es un problema arduo. Los concellos carecen de fondos, y la Xunta, de voluntad. Pero habría que intentarlo. El atractivo único de Galicia nunca residirá en bloques anodinos de pisos, centros comerciales y auditorios culturales clonados. Todo eso, que tanto nos fascina, es igual aquí que en Móstoles.

César Casal