HA ENGORDADO. Decididamente en su cara redonda se ve que los años no pasan en balde. Setenta y cinco, querido abuelo Mickey, te he visto envejecer mirando cómo crecían mis hijos, cómo me iba haciendo mayor. Tú sigues ahí, te cortaron el rabo, cambiaste el nombre originario de Mortimer, y el de Miguelito, para ser siempre Mickey, viejo amigo, que supiste encarnar, como bien señala Román Gubern, a un personaje «elemental, cándido y bondadoso».
Eres el ratón más viejo del mundo, porque Pérez, el del padre Coloma, es un roedor español y doméstico, ya casi virtual y eminentemente odontológico. Tú no, pasaste del pantalón corto de niño cantor al pantalón de esmoquin y diste una vuelta de aprendiz de brujo en aquella película mágica que no podía llamarse de otra forma que no fuera Fantasía .
Has sobrevivido a muchos de los cuentos que yo escuchaba de niño y a los que mi imaginación tuvo por fuerza que poner cara, cuerpo y colores. En tu caso te recuerdo como has sido, con tus manos enguantadas de cuatro dedos, tu misoginia pese a tener a Minnie de novia eterna y tu imagen como un modelo sin aristas para redondear tu bonhomía.
Has sido y eres el ratón más estudiado de la historia ratonil de la animación, mucho más que Jerry y que Speedy, que están a años luz. Incluso Walter Benjamin escribió que al cansancio siempre le sigue el sueño y que la existencia del ratón Mickey es el ensueño de los hombres actuales.
Como buen ratón de laboratorio, también has tenido muchos detractores que sólo querían ver la representación políticamente correcta del american way of life y que argumentaban obstinadamente que en el morro de algunos bombarderos americanos de las guerras de Corea o de Vietnam estaba pintada tu imagen. Como si tú tuvieras la culpa, tú que naciste para dejar en ridículo a Donald, para ser el embajador de un mundo que ya no existe y el mensajero de un lenguaje que ya no se habla.
No sé si a esta edad que estrenas sentirás algún achaque propio de tu circunstancia, si los nuevos dibujantes añadirán un bastón a tu vestuario, si a los ratones se les pone cano el pelo a partir de determinado número de años. No sé siquiera si tienes próstata, y estoy seguro de que la artrosis no va a dañar tus articulaciones.
Quiero que sepas, ratón, que yo siempre te he seguido de cerca, y que tus aventuras semanales forman parte de mi memoria cultural y de las colecciones de tebeos de mis hijos, desde un lejano día en que las viñetas que daban noticia de tu existencia, aún en blanco y negro, fueron descubiertas por mí como quien encuentra un tesoro.
Desde entonces tuviste en mí a un leal camarada, y dejé de verte como un roedor de historietas para convertirte en uno de los iconos de mi generación. Sabes que profeso una especial debilidad por un conejo de otra factoría, que soy un entusiasta del conejo de la suerte y que mi afecto por Bugs Bunny no supone una deserción ratonil. En mi cabeza llena de dibujos animados los dos sois perfectamente compatibles.
Bueno, amigo Mickey, recibe mi felicitación sincera y cordial. Tú y yo ya no somos los mismos, pero te prometo que voy a celebrar tu cumpleaños brindando por los viejos buenos tiempos, y por los que están todavía por venir.
Ramón Pernas
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