La vida se nos ha acelerado. Los horarios son frenéticos y la reparadora siesta de después de comer es ya una utopía. Los padres crían a los chavales con mando a distancia, porque apenas los pispan. A los abuelos les hacemos visita de médico. Las ansiedades y los estreses se disparan. La falta de tiempo nos acucia.
Ahora borren todo lo anterior. Es falso. Nos sobra tiempo. Simplemente no sabemos organizarnos.
Un ser humano al uso suda tinta cuando en un mismo día tiene que llevar a los críos al tole, ir al trabajo, recoger un paquete en Correos y cortarse el pelo. Simplemente no le da tiempo. Pues bien, en el último mes y medio, Baltasar Garzón ha viajado a Francia para investigar la estafa del Fórum Filatélico; ha dirigido una redada contra una supuesta red de financiación de Al Qaida en Barcelona (iniciativa que coincidió con unos pésimos datos del paro); y ha investigado las nuevas marcas de Batasuna, con las consiguientes detenciones. Como al parecer no estaba demasiado ocupado, encontró además un huequillo para destapar las escandaleras del PP unos días antes de las autonómicas.
Pero hasta los seres superiores y ubicuos pueden sufrir una pájara. El pasado fin de semana, Garzón pinchó y acabó en una clínica por una subida de tensión, que al parecer respondía a un cuadro de ansiedad. Por fortuna para la seguridad general, parece que en el lecho del dolor tampoco perdió el tiempo. Anteayer se desarticuló una red de futbolistas y agentes de jugadores que traficaban con cocaína a gran escala. ¿Quién abrió el caso? Pues claro: Baltasar Garzón.
A mayores, tiene tiempo para cazar, abrir causas generales sobre la Guerra Civil, acudir a capeas taurinas y dictar conferencias.
O Garzón es sobrehumano, desayuna kriptonita e instruye casos mientras duerme, o algo cruje en el sistema judicial.
Luis Ventoso
Luis Ventoso
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