Tenemos estreno galego. Los muertos van deprisa es una película amable. Es una historia de cómo los humanos somos unos percebes, «duros por fuera, pero tiernos por dentro». Fui a verla por militancia. No se puede reclamar un cine galego y no pasar por taquilla. Firma Ángel de la Cruz (guión editado por Biblos), buena gente. Están Chete Lera, Neus Asensi, Manquiña, María Castro (sí, la pelirroja peligrosa del Duque, aquí en un papel muy distinto) y ese cura del demonio que es Morris, entre otros. Es un cuento entretenido que dibuja sonrisas. No tiene más pretensiones que la de pasar un rato agradable. Y comprobar cómo el cine gallego, delante y detrás de las cámaras, está vivo. Hay un muerto, que no se puede enterrar. Hay un camión que bloquea el único puente de la aldea. Todo en una de esas saladas villas marineras de tantas que tiene la costa nostra . Y hay un desenlace familiar de un montón de tramas corales que terminan en un faro con forma de percebe. Los guiños en la letra son evidentes: sobre todo, Fernández Flórez, del bosque animado a la aldea animada. La película quiere ser apéndice de Berlanga, con un leve toque de cine inglés. Non escachas a rir como con ese filme británico de Un funeral de muerte , pero humor, habelo, haino . Tras los éxitos de sus largos animados, esta primera ficción de adultos ojalá preludie horizontes de mayor calado y de menor uso tópico. Galicia es un país de cine. Por explotar.
César Casal
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