Ayer estuve en el reino de las sombras. Si supierais hasta que punto es aterrador…Allí no existe ni el sonido ni el color: todo, la tierra, los árboles, los hombres, el agua y el aire, todo tiene allí un color gris uniforme. En el cielo gris, rayos de sol grises; en los rostros grises, ojos grises. Y hasta las hojas de los árboles son grises como la ceniza: no es la vida, sino una sombra de vida. No es el movimiento, sino una sombra de movimiento, desprovista de sonido.
Me explicaré, so pena de que se me tache de simbolista o de loco. Estaba en el recinto de Aumont y asistía a una sesión del Cinematógrafo Lumière (las fotografías animadas) La impresión que producen es tan poco común, tan original y compleja que me resulta difícil transmitir todos sus matices. Intentaré de cualquier modo expresar lo esencial.
Cuando la luz se apaga en la sala donde se presenta la invención de los Lumière, aparece en la pantalla un gran cuadro gris, una “Calle de París” que tiene la textura de un grabado de mala calidad. Contemplándolo, se observa gente inmóvil en actitudes diversas, coches, casas, todo gris, hasta el cielo es gris. No es de esperar nada original de una vista tan tópica, pues cuántas veces hemos visto imágenes de calles de Paris como ésta…
Pero de repente, un extraño temblor invade la pantalla y el cuadro cobra vida.
Más tarde, la perspectiva, los coches que vienen directos hacia mí, hundiéndose en la oscuridad en la que nos hallamos sumidos, la gente que aparece a lo lejos y aumenta de tamaño a medida que se aproxima. En el primer plano, unos niños juegan con un perro, unos ciclistas pedalean a toda velocidad, los peatones cruzan la calle: todo se mueve, vive, bulle, se dirige hacia el primer plano del cuadro para desaparecer en alguna parte del más allá.
Y todo sucede sin ruido, en silencio: es tan extraño… No se escuchan ni las ruedas contra la calzada, ni el murmullo de los pasos, ni las conversaciones, nada, ni una sola nota de esta compleja sinfonía que siempre acompaña el movimiento de los hombres. Sin ruido, el follaje gris ceniza de los árboles se agita al viento y las siluetas grises de los hombres, como si fueran sombras, se deslizan en silencio sobre la superficie del suelo gris, alcanzadas por un maleficio y cruelmente condenadas al silencio, privadas de todos los matices, de todo el colorido de la vida.
Sus sonrisas están muertas, aunque sus movimientos estén llenos de una energía viva, de una inalcanzable velocidad; su risa es silenciosa aunque podamos ver cómo se contraen los músculos sobre los rostros grises. Una vida que bulle ante los ojos, a quien han despojado de palabra y a la que han quitado el ornamento del color: una vida gris, silenciosa, abatida, lamentable, como desposeída de todo.
Asusta verla, con su movimiento de sombras y sólo sombras. Hace pensar en los fantasmas, en los crueles y malditos hechiceros que sumergen en el sueño a ciudades enteras, tanto que creeríamos estar presenciando una broma pesada de Merlín: él es quien ha embrujado una calle entera de París, encogiendo los altos edificios desde la base hasta el tejado en la medida de una archina, ha reducido a los hombres, les ha privado de palabra, ha recogido todos los colores del cielo y de la tierra y los ha convertido en esa tinta gris uniforme, y bajo esa forma, ha colocado la broma en el nicho de una sala oscura de restaurante. Pero de repente, se oye un crujido. Todo desaparece y en la pantalla aparece un ferrocarril. Se lanza hacia usted como una flecha, ¡cuidado! Parece que va a precipitarse sobre la oscuridad y nos convertirá en un saco de piel despedazada, repleto de carne magullada y de huesos triturados, se diría que va a destruir , a reducir a polvo esta sala, este establecimiento lleno de vino, mujeres, música y vicio.
Pero también no es más que un tren de sombras.
Máximo Gorki
1 comment:
Está claro que, si el cine podía causar tanto desasosiego, el verdadero género cinematográfico es el terror :-S
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