Wednesday, December 31, 2008

Spirit...

Hasta ´The Spirit´, las adaptaciones cinematográficas de la obra de Frank Miller han avanzado en paralelo a su creador.
Por mucho que hayan recibido su bendición (´300´) o colaborara en ellas (´Sin city´), al espectador le quedaba la duda de hasta qué punto el propio Miller influía en la visión fílmica de su obra o si, por contra, eran los ´adaptadores-homenajeadores´ (Zach Snyder, Robert Rodríguez) los encargados de acercar sus películas al estilo de los ´comic-books´. Definitivamente, vista ´The Spirit´, deberíamos pedir al cineasta que institucionalizase en un documento (como Von Trier con su Dogma) una ´opción formal Miller´ que combine todos los elementos en juego: la voz en off, la colorización del fotograma, los juegos de sombras, la creación 3D o la post-producción digital. Con esta guía, podría titularse ´Frank Miller para torpes´, haría un favor inmenso a los siguientes directores que aborden su literatura.
Eso sí, tengan cuidado los que vengan detrás. Aquello que podía fascinar en ´Sin city´, aquí comienza a notar un desgaste pútrido. Robert Rodríguez, cineasta de claroscuros, entendía perfectamente que para sostener una hora y media de cine se necesita algo más que una opción formal. Por eso, enganchó tres historias, tres cortometrajes y ensambló una película irregular que, probablemente, envejezca bastante mal. Éste es el problema de ´The Spirit´: su envoltorio posee mayor entidad que lo que guarda dentro. Recuerda uno, mientras soporta a Gabriel Macht en la piel de superhéroe vacuo (y pedante), a ese filme fallido titulado ´Sky captain y el mundo de mañana´. Poco tiene que tramar Miller (ni siquiera la tradición de Will Eisner le vale) y dedica su tiempo a reiterar esbozos de personajes (Johansson o Vega rozan el ridículo), a plantar chistes malos (los clones idiotas) o a engalanar un guión mediocre. Desde mi posición de pobre columnista de página impar, cabrea reprochar a un contador de historias, a un tipo con talento, que no haga su trabajo. ¿Por qué, en lugar de imponer decálogos visuales, Miller no se dedica a narrar? Quizá sea menos lustroso, pero, se lo aseguramos, es muchísimo más emocionante.


EDUARDO GALÁN

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