Monday, December 15, 2008

¡Qué grande es deadwood!



De lo mejor que hay. Bajáosla pero ya. Brutal serie, quien no la vea no sabe lo que se pierde. Y no estoy de acuerdo en que el prota sea soso, el tío clava lo que es el típico personaje íntegro, recto y tal, y comunica perfectamente la tensión que supone estar aguantando día tras día a los tipos más miserables, ruines, descerebrados y entretenidos que haya parido madre. Y aunque moralmente cada uno podrá discernir entre buenos, malos y regulares, es cierto que están muy bien explicadas las circunstancias que llevan a la mayor sabandija a cometer la peor de las atrocidades, mejor incluso que en los Soprano, donde se apoyan en el humor y la complicidad para "justificar" las "malas acciones". En Deadwood, ironías y complicidades las justas. Me parece una serie de una gran belleza visual, perfectamente construída, emocionante, con momentos de una perfección narrativa, de una poesía sucia y salvaje (como se supone que tenía que ser el Deadwood original) muy pocas veces vistas en una serie de TV. Gran ambientación, estupenda música, todos los diferentes directores de las dos temporadas que he visto le dan un toque personal y siempre atractivo a la serie, hasta el último de los secundarios está en su sitio. Gran mosaico, no sé si se nota que me gusta la serie. Me parece una maldita obra de arte, qué narices. Hala.
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Artículo de MB


Y el maestro Reverte dijo:

"Un reciente descubrimiento que todavía me tiene turulato tras zumbarme íntegras, en sólo semana y media, sus dos primeras temporadas: la serie sobre el nacimiento y avatares de un pueblo minero del Oeste americano titulada Deadwood; que es, después de Sin perdón de Clint Eastwood, lo mejor que he visto sobre el género desde que, de pequeño, tuve el privilegio –ya no hay privilegios así– de ver en el cine, comiendo pipas, Río Bravo, El hombre que mató a Liberty Valance y las otras obras maestras del abuelo John Ford. Sin olvidar un maravilloso hallazgo reciente, que debo a Javier Marías: la miniserie –o película larga, que tanto da– Los protectores: tres horas dirigidas por Walter Hill, con un impresionante Robert Duvall haciendo de viejo y duro vaquero, en un western de los de antes, de leyenda"

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