Friday, October 31, 2008

Eisner y Miller












Miller resucita para el cine a Spirit, el héroe de Eisner que protagonizó “la biblia con la que aprender a hacer cómics”



Spirit , aquel detective creado hace ya más de 60 años por Will Eisner que se convirtió en leyenda, sale de las viñetas para actuar dirigido por Frank Miller, el autor de 300 o Sin City. Así, dos de los grandes genios de los cómics unen sus fuerzas para un proyecto de película.

El que fuera mentor de Miller creó a un héroe que iba por libre para “poder inventar historias que no dependieran de sus características”, como el propio Eisner señalara al contar los orígenes de Spirit. Un traje azul, guantes y un antifaz, que apareció el 9 de junio de 1940 en cinco dominicales...y llegó a publicarse hasta en 20 periódicos estadounidenses! Así nació la leyenda. “The Spirit tiene que ser una enciclopedia virtual o una biblia con la que aprender cómics” (Archie Goodwin)



Pero Eisner es mucho más. Nadie jamás ha contado la vida como él: cada miseria, cada rasguño de humanidad, cada pequeña alegría...En cada hueco de la escalera podemos escuchar las conversaciones de los vecinos de una Avenida tan concurrida como la Dropsie. Esa Avenida de un barrio de la periferia de Nueva York en el que el día a día cada uno intenta cargar con su pesada maleta que es la vida para seguir con su camino como sea. Es en el número 55 de la Avenida Dropsie donde Frimme Hersh, un judío devoto, pierde a su hija, rompiendo así su contrato con Dios y convirtiéndose en el casero rico de un barrio pobre. Es también ahí donde una “inocente” niña envenena al perro de “El Super” antes de acabar también con él. (Contrato con Dios. La vida en la Avenida Dropsie. Una trilogía de Will Eisner.Norma Editorial). Pero hace 30 años Eisner no pudo encontrar una editorial que se atreviera a publicar su revoluciona obra, así que Contrato con Dios vió la luz en 1978 sin armar mucho ruido. Pero acabó tomando impulso con el paso del tiempo, proporcionando grandes satisfacciones a Eisnere inspirando también a toda una generación de artistas del arte secuencial.

En esta trilogía sobre la Avenida Dropsie, Eisner incorpora Ansia de Vivir, una novela en la que se pone el traje de Jacob Shtarkah para debatirse en un existencialismo arraigado. Y compone una ópera desgarradora, de supervivencia: “Por lo que sabemos, la cucaracha no es una especie de peligro. No se sabe cuántas hay en la tierra. Su proliferación a escala global parece no verse afectada por el aumento de la población de los seres humanos...quienes la consideren una amenaza para su necesidad de un ambiente limpio y sano.

Durante su larga estancia en este planeta hay pocas evidencias de que la cucaracha haya evolucionado genéticamente o que haya au­mentado su esperanza de vida. ¡Lo que tiene es un ansia de vivir incuestionable que queda evidenciada por su voluntad de so­brevivir!". Y mientas Jacob entra en su casa, una cucaracha en­tra en su lata de conservas entre la basura. Rotundo, sobrecoge­dor, con la fuerza de quien sabe que puede cogernos el corazón y hacernos sentir como él quiere que lo hagamos: "Mi lector es gente como yo. El mejor ejemplo sería el anciano de sesenta años al que le acaban de robar la cartera en el metro. Ése es mi lector. Mi lector tiene mucha experiencia acumulada en la vida. Piensa que Dios quizás es un cabrón. Se siente como una hor­miga. Luchamos con los demonios que están en nuestro interior. Cada uno de nosotros tiene un demonio con el que tratar", afir­ma durante la conversación con Frank Miller en Eisner/Miller, de Norma Editorial.

Finalmente, en La avenida Dropsie, Eisner recorre gráficamente la evolución histórica y social de esta avenida de ficción a lo lar­go de cuatro siglos. Cuatro siglos en los que cambia la gente y, sobre todo, cambia el país de los inmigrantes: judíos alemanes y polacos, holandeses, ingleses, irlandeses, afroamericanos, portorriqueños... Todos con un único pasaporte: su historia úni­ca e intransferible. Como la del autor: "Nací y crecí en la ciu­dad de Nueva York, un lugar al que he sobrevivido y en el que he medrado, por lo que llevo conmigo una serie de recuerdos, algunos dolorosos y otros agradables, que han permanecido encerrados en el cofre de mi memoria. Ahora siento la necesi­dad que experimenta un viejo marinero de compartir la expe­riencia acumulada y las conclusiones que ha extraído de la misma. Llamadme, si queréis, un testigo gráfico que informa sobre la vida, la muerte, los desengaños y la eterna lucha por prevalecer... o al menos por sobrevivir.

Y así, Eisner fue bocetando su mundo, ese mundo en el que vi­vía pero que todos conocemos, porque ¿en qué barrio no hay una Avenida Dropsie? Todo comienzo tiene un boceto: no puedo empezar la versión final de una obra a menos que sepa exactamente cómo quiero que sea cuando esté terminada. Es­te proceso genera un montón de elementos, desde garabatos hechos en el tren hasta dibujos a lápiz realizados con gran de­talle". (Eisner en Bocetos, de Norma Editorial)

Y como el tiempo lo lía todo, en 1978, inspirado por la obra de ciertos artistas gráficos experimentales como Otto Nückel, Franz Masareel y Lynd Ward, quienes en los años 30 del siglo XX publicaron novelas serias narradas mediante dibujos a los que no acompañaban ningún texto, Eisner se lanzó a hacer al­go similar. Y lo bautizó como "novela gráfica". Y de esa idea y sus recuerdos nacieron no sólo las dos historias anteriores, sino la última, la que cierra la trilogía, La Avenida Dropsie. Ninguna editorial supo ver el potencial de aquellas novelas. Ninguna. Tampoco ninguna comprendió que nunca nadie ha­bía embotellado la vida de aquella manera: tan visual en cada letra que graba cada imagen.en nuestra cabeza para ser eterna. A pesar de todo, de la negación editorial de antaño, esta no­vela gráfica ha seguido reimprimiéndose continuamente duran­te 27 años y ha sido publicada en 11 idiomas.

De cada batalla se sale fortalecido, y eso Eisner lo sabía mejor que nadie, aunque sólo fuera como algunos personajes le ser­ían como terapia para superar sus más profundos baches. Novelas cosidas a base de experiencia, como El último día en Vietnam, de Norma Editorial, en la que cada una de las histo­rias fue recogida en diversos encuentros con gente que Eisner conoció durante los años en que estuvo relacionado con el mundo militar: "Esencialmente, son historias de soldados en tiempos de guerra que se ven envueltos en un combate todavía más importante", comenta Eisner en el prólogo.

"Empecé el servicio militar en las fuerzas armadas estadouni­denses en la primavera de 1942. Fui destinado a los campos de entrenamiento de Aberdeen, en Maryland. El hecho de vivir una guerra en un puesto de combate te marca para siempre y te confirma que en esta vida estamos de paso. La tendencia natural es ‘adaptarte’ y aprender las pequeñas estrategias de la supervivencia. La vida en el campo de batalla te enseña la im­portancia de asimilar rápidamente las fuerzas que controlan tu destino".

El destino sigue para Eisner y dos fuerzas no controladas se en­cuentran... "Will Eisner y yo discutíamos mucho. Mi querido amigo y honorable colega (qué demonios, él era, y sigue sien­do, uno de mis ídolos más queridos) murió antes de que este libro viera la luz. Lo cierto es que acabo de empezar el luto por él. Me mudé al lugar que considero mi hogar, la ciudad Nueva York, a mediados de los 70. Conocí al Maestro bastante pronto. Aprendí mucho de él, pero casi siempre a través de las discusiones. A mi amigo Will Eisner le gustaba discutir. No hay otra forma de describirlo: se trataba de Nueva York. Se trataba de editar. Y eso nos lleva a los ju­dios. Y a los judíos les encanta discutir. Los judíos crearon cómics, hasta donde yo sé. Dos judíos crearon a Superman. Otro creó a Batman. Y un tal Jacob Kurtzberg, que se rebautizó a sí mismo como Jack Kirby... Bueno, que empiez­o y no paro.

Will nunca levantó el pie del acelerador. Ni en su propio trabajo ni en una conversación. Lanzó su Contrato con Díos en este medio como si fuera una bomba atómica: creó un movimiento hacia la creación de algo duradero que, de un lo mágico pero inevitable, ha persistido.


El viejo Will siempre me obligaba a esforzarme una y otra

y me enseñanza que los rabos de los bocadillos no podían ­cruzarse, y que esto era así y lo otro también. Podría decirse que estaba en lo cierto todo el rato". Efectivamente, fuerzas que se encontraron fueron Eisner y Frank Miller, escribe esta introducción a modo de carta para el libro Einser/Miller.



Pilar Manzanares

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